El temor de un hombre sabio - Patrick Rothfuss

El temor de un hombre sabio sigue la narración de las aventuras del bravo Kvothe, quien ya al principio del primer libro nos soltaba: «He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los han dejado entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos». Claro, la verdad es que con tamaña presentación casi cualquier cosa que escriba puede meterse sin armar mucho jaleo. Y es que Kvothe es un crack y todo lo puede. Igual que en la primera entrega, esta exageración casi ridícula es uno de los puntos grises de la misma (junto a la excesiva previsibilidad, aunque El temor de un hombre sabio corrige este problema en gran medida); y también igual que en El nombre del viento, la delicada y sonora narración da alas a una historia que, de otra forma, sería la mediocridad en sí misma.


No os voy a engañar, Patrick Rothfuss nos enseñó sus cartas en la primera noche. No es un hombre de esos llenos de secretos, capaces de sacar un nuevo animalillo de la chistera. Tiene lo que tiene, una prosa dulce, matizada y muy concreta. El caballero no viene a sorprender con su juego, sino a divertirse jugando, o aprovechando sus referencias al tak, Rothfuss viene a «jugar una partida hermosa», porque es ahí donde radica la victoria. O eso dice.

«Hay tres cosas que todos los sabios temen: el mar en la tempestad, una noche sin luna, y la ira de un hombre amable.»

El temor de un hombre sabio se trata de un libro largo. Muy largo. La edición que cayó en mis manos es un inmenso tocho de 1200 páginas que ha supuesto un pequeño sinvivir en mis trayectos en bus. La sensación general es más que correcta, como en el primero, es buena. He encontrado cosas que me han gustado mucho y cosas que me han gustado muy poco; exactamente igual que en el primero. Y ahora procedo a desgranarlas un poquillo.

—Me gusta que vuelva a tener el prólogo y el epílogo de los 3 niveles de silencio con pequeñas variaciones, manteniendo una preciosa homología con la primera novela. Es como si reconociera que le gustó eso de su novela, y lo respeto.

—Es agradable que el libro no sea tan absurdamente previsible como el primero; por momentos resulta, incluso, algo soprendente. No me parece, estrictamente, que la previsibilidad o falta de ella diferencie los buenos de los malos libros, pero siempre se agradece.

—Creo que deberían haberle cambiado los nombres a algunas de las chicas de la serie, porque «Mola» suena cutre, pero «Fela» es un chiste en sí mismo.

—Cada vez me gusta más Elxa Dal, que sería un protagonista mucho más adecuado que Kvothe. Cada vez que habla es como una noche tranquila en mitad de una semana tormentosa. Es tranquilo, moderado y con un atrevimiento razonable. Empezó siendo el típico mago de túnica y aspecto serio, pero ha ido evolucionando convirtiéndose en el personaje más aprovechable de todos los viles arquetipos que maneja Rothfuss. Elodin y Kilvin tienen mucho más protagonismo y tienen una mayor carga en la forma de pensar de Kvothe, pero Elxa Dal es un personaje fantástico. Las clases con Elodin, en cualquier caso, merecen una mención aparte. Su método docente es genial, sin más.

—Me sorprende como Rothfuss me conquista en las pequeñas cosas. La odisea de Kvothe podría haber sido una de mis obras contemporáneas favoritas si el autor se centrase en temas más mundanos o se dejase de masturbar con ese Mary Sue que ha creado tras humedecerse en sueños. En realidad también me podría gustar más si se metiese en el tema de la simpatía «a lo grande», en vez de dibujar sus límites y luego abandonarlo miserablemente. El caso es que ya he llegado a mi capítulo favorito de la obra, una sencilla historia sobre tipos de anillos de oro, de plata y de hierro) para concertar citas de forma protocolaria en el reino de Vintas ( y una partida a un juego de tablero. Todo está perfectamente hilado, los diálogos son magníficos y el trasfondo es grande. Más de mil páginas de hacer más y más heroico al Kvothe de las narices y lo mejor que me regala es una tranquila escena de juego de mesa. Es lo que hay.

—La masturbación mental que tiene con Kvothe toca techo en su encuentro con Felurian. No sé, no es que la escena sea mala (que tampoco es de lo más brillante precisamente de la novela, todo sea dicho); pero lo cierto es que resulta ya demasiado forzado. Kvothe, el gran mago, el gran bardo, el gran ladrón, el gran estratega, el gran superviviente y ahora el amante del Hada Mágica del Sexo. Y por si fuera poco, Felurian, pseudodiosa del Sexo, hada sensual entre las hadas... ¿se enamora/encapricha/lo-que-sea del virginal Kvothe? ¿En serio? Pues vale. Es IMPOSIBLE que el personaje caiga bien teniendo todo lo que tiene; sobre todo cuando sigue baboseando tras Denna, que se mantiene en su arquetipo de, bueno... los que hayáis leído los libros sabréis a qué arquetipo me refiero, supongo. Kvothe es como una versión heroica y exagerada de Pagafantas. No lo aguanto, en serio.

—La parte de la persecución de los ladrones por el bosque (por el bosque de Felurian, en fin...) está bastante bien; la verdad. Es cierto que los personajes que crea como comparsa son tan tópicos que podrían protagonizar su propia novela de Dragonlance, pero el caso es que en conjunto generan una sensación de gracia que sienta bien al carácter extremadamente soso y heroico de Kvothe el sin-sangre. ¿Algún problema? Sí, Dedan por momentos es demasiado retrasado, entorpece la trama y provoca que esa parte se extienda una cantidad de páginas INSOSTENIBLE. Lamentablemente, además, esta historia termina con el romance con Felurian que aunque tras la explicación que se da varios cientos de páginas después me convenció en cuanto a su fundamento, me hastió hasta la náusea y me pareció una nueva adulación exagerada y algo vacía.


Tráiler del libro, desde que sé que estas cosas existen...

—Los mercenarios Adem me parecieron muy bien creados. Su filosofía, su ritual de movimientos (me recordó a los movimientos mil veces ensayados hasta convertirlos en instintivos que tienen los brujos de Geralt de Rivia), su concepción de la barbarie. Fue una buena parte. La verdad.

—Con el regreso a Imre en general y a la Universidad en particular,  Rothfuss devuelve la novela al cauce original. Sin grandes florituras. Lo mejor de la novela, en mi opinión, ya ha pasado.


El estilo, en general, sigue siendo muy adictivo y las tramas rápidas. Los personajes concisos y cada uno con su pequeño trasfondillo. Las tramas de corte que abre Rothfuss son, quizá, la parte argumental que más me ha gustado de la novela; aunque esa sensación que me ha dejado de que, en realidad, las tramas principales se quedaron casi donde estaban en el primer libro... lo admito, me inquieta un poco.

Nota: 7,5. 1200 páginas de aventuras y acción y romance y páginas y páginas sobre el silencio, la música y el ruido. ¿Te gustó el primero? Lee el segundo, sigue la línea y le hace justicia. Sin duda. ¿El primero te aburrió o el estilo te pareció un peñazo? Huye, porque ahora te parecerá la peste. La parte de corte y de entrenamiento marcial son geniales, sin duda.

Otras novelas de Patrick Rothfuss:
El nombre del viento.

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