¡Qué verde era mi valle! - John Ford

Esta película llegó a mis manos de forma bastante peculiar, tras una partida de rol en vivo de la que me fui de forma algo abrupta. Resulta que terminada la partida votaron al personaje que más les había gustado, o al que creían mejor interpretado, y eligieron al mío; y el director del juego me hizo llegar la película la siguiente vez que lo vi: una edición doble que contiene Eva al desnudo y la peli que ocupa la reseña de hoy: ¡Qué verde era mi valle!


Corazón negro


La película nos envía a la Gales del siglo XIX, a un pequeño pueblo en el que viven los Morgan. Son una familia unida y dedicada al mismo negocio, a la mina de carbón que se ve como un titán negro en lo alto del pueblo, siempre vomitando humo y peligro. Pero llega a este vaso la gota que los hará vibrar a todos y romperá la aparentemente inquebrantable armonía familiar: la llegada de muchos nuevos trabajadores más necesitados, que permite al dueño de la mina empezar a bajar los jornales cada vez más.


Fue toda una sorpresa encontrarme de nuevo con ese tema de la bajada de salarios, con el hambre y la tristeza de los trabajadores, con un paisaje arrasado por la codicia y el mal hacer del capitalismo desmesurado. Fue toda una sorpresa, digo, encontrarme de nuevo con el meollo de Las uvas de la ira, sobre todo contando que hasta el último momento no tenía claro si veríamos ¡Qué verde era mi valle! o Las uvas, que también era de Ford y también le teníamos ganas.

Nos decidimos por esta que nos ocupa y nos encontramos con el mencionado panorama y, para qué negarlo, llevábamos diez o quince minutos de película y ya parecía evidente que no se trataría de una película más; esta es una de las grandes.

Los mineros, el pueblo y, allá arriba, la mina.

¡Qué verde era mi valle! es un film lleno de opuestos. Por un lado tenemos el pueblo, que es un lugar alegre, lleno de sonrisas y canciones; y por otro tenemos la mina: toda negra, sucia y mortal. Tenemos la familia unida como un clan a la que sobreviene el enfrentamiento de un padre opuesto al cambio y unos hijos que ven la inmutabilidad como una muerte cierta. El nuevo párroco enfrentado a la actitud más recta, pero también más prejuiciosa, del resto de religiosos y de muchos de los lugareños. Tenemos el cálido costumbrismo del pueblo galés y la actitud rompedora de la mujer que opta por divorciarse ante las atónicas y críticas miradas de los demás. El oscuro y terrible drama de la pobreza, la emigración y las tensiones familiares contra el alivio cómico que salpica todo, muchas veces rodeando a la figura del boxeador y de su amigo. El trabajador y el patrón. El pueblo y la mina. Opuestos, opuestos, opuestos...

«No bajaré porque soy un cobarde. Pero te guardaré la chaqueta.»

Alma infantil


La película es endulzada del amargor de todos los hechos acontecidos por la forma de ser de muchos de los personajes: son entregados, fieles, amables y llenos de cariño. Son ejemplares. La película rompe con el tono pesimista que adquiriría si se centrase en los hechos dando una gran importancia a la forma de los personajes en sí; en lo que quizá sea especialmente relevante que todo se cuente a través de los ojos (a través de los recuerdos) de Huw Morgan, el menor de los siete hermanos, que empieza teniendo 8 o 9 años en la película y acaba con 18 o 19 (impacta mucho ver que el niño es encarnado por el mismo actor pero la gente lo va tratando diferente, que empieza a tener responsabilidades e intereses adultos pero que sigue aparentando los 12 o 13 años que aparenta al principio del filme).

Un hombre pequeño puede proyectar una gran sombra.

Huw es un niño obediente y entregado a la familia y al deber. Es inteligente y consigue entrar en el colegio, aprende a defenderse y a valerse por sí mismo. Pero acaba protegiendo los intereses de la familia de la forma que tiene más a mano, como siempre han hecho en su familia: en la mina.


Colabora a este toque más amable, cálido e infantil, el tono casi de cuento, sencillo, directo y emotivo, que le da Ford a la película. Las canciones de los mineros (verdaderas canciones tradicionales galesas) cuando bajan alegres con el jornal y algunas de las piezas compuestas por Alfred Newman, aunque no fue un campo que me gustase especialmente de la película. Os dejo un enlace a la banda sonora para que le echéis un vistazo si os interesa.


Pinceladas rebeldes


No tanto en la forma de grabar la película (ese año la rebeldía direccional fue cosa de Orson Welles y su impresionante Ciudadano Kane que definió los recursos modernos del cine), pero lo cierto es que Ford, desde ese tono preciosista de cuento, se permite dar unos toquecitos algo agresivos.

Otro tipo de agresión, quizá; pero había que poner al boxeador en alguna parte.

Tenemos al párroco algo liberal y revolucionario, el romance idílico con la hija de los Morgan. Y por si fuera poco ¡un divorcio! La verdad es que viendo la película se me hizo raro imaginarme el efecto en 1941, pero supongo que estos fueron algunos de los puntos que llamaron la atención al jurado de la Academia para darle a ¡Qué verde era mi valle! los 5 Oscar que se llevó: Mejor película, Mejor dirección, Mejor guión adaptado, Mejor actor de reparto, Mejor dirección artística en b/n y Mejor fotografía b/n.

Mi modesta opinión es que varios de esos premios deberían haber ido, sin la menor duda ni vacilación posible, a Ciudadano Kane; aunque no pretendo desmerecer la película de Ford que, insisto, es muy, muy buena.



Curiosidades

—La película se iba a grabar en Gales en technicolor, pero fue impedido por la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos nazis sobre las islas británicas. Finalmente se grabó en blanco y negro porque los colores de las flores de California no aparecían en los paisajes galeses y desentonaban mucho.
—El productor, Darryl F. Zanuck, quería que durase 4 horas y que fuese una especie de adversario de Lo que el viento se llevó. El papel del Huw adulto lo iba a interpretar Tyrone Power. Creo que el dejar la película en 2 horas fue un gran acierto, sinceramente.


Nota: 9. Una gran película en todos los aspectos. Emotiva, tierna, dura y bien equilibrada en sus contrastes. ¡Visionado obligatorio!


Comentarios

  1. La tengo en DVD. Es una de esas películas que debe estar en mi estantería entre mi colección de películas de cine clásico. Es grande, grande. Estoy totalmente de acuerdo con la puntuación: un 9.

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    1. La verdad es que quedamos encantados con la peli, Crisie. Puede sentirse orgullosa en nuestra estantería.

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