El mito de Bourne - Paul Greengrass

Atraído por la buena sensación que me dejó el segundo visionado de El caso Bourne me decidí a ver unos días después la continuación. La crítica tenía una opinión muy parecida sobre ambas e incluso insinuaban una cierta mejoría, pero mis conocidos (la mayoría de ellos, al menos) no lo tenían tan claro. Y, la verdad, tenían sus razones para dudar.

The Bourne supremacy en su título original.

No es una mala película, es solo que tiene unas cuantas cosas malas que resultan algo cargantes y que, desde luego, evitan que la segunda entrega se sitúe a la altura de la primera.


¿Qué hay de nuevo, viejo?

Jason Bourne y Marie viven en Goa, India; pero un hombre llamado Kirill (Karl Urban) llega con el objetivo de asesinar a Boune. No obstante, mata a Marie por error y da por muerto a Bourne. Pero no es así, claro. Así que Bourne vuelve a Europa; y esta vez planea ser él quien la líe a lo grande.


Esta vez van más a la carga que en la primera película. El mito tiene más acción, más peleas y muchas más persecuciones, que además son más largas, más exageradas y a más velocidad. Más, más, más. Parece que esa fue la clave que inspiró la película. «Queremos más». Así, caóticamente, un poco batiburrillo de todo lo que había en El caso pero a más velocidad.

El resultado no es especialmente desmerecedor. Lo cierto es que la película, momentos muy puntuales aparte (sobre todo en las persecuciones, que son aburridas y eteeeernas; y alguna escena de peleas que también se eternizan y no parecen especialmente bien grabadas) entretiene; pero se queda ahí. ¿Aquellas sobrias escenas casi de cine negro de la primera película? Olvidadas para siempre. Ese no es el estilo de El mito.


Un solo cambio, pero qué cambio

El director de fotografía sigue siendo el impecable Oliver Wood, que sigue sacando lo mejor de cada ciudad; y la banda sonora la sigue componiendo el siempre fantástico John Powell, que mantiene parte de las piezas de la primera película y sigue dando un gran protagonismo a la percusión (incluidos unos extraños tambores indios que juraría que se llaman «dhol», que dan ese sonido tan cortante y agudo) a la vez que juega mucho con efectos inesperados, como combinar una triste melodía de cuerdas y la aparición de una percusión que insinúa qué va a pasar mientras la imagen se mantiene lenta y tierna. La música anticipando el cambio es una verdadera delicia. Os recomiendo darle una oportunidad a la banda sonora de El mito de Bourne, sin duda.

Pero cambia el director, que ahora es el inglés Paul Greengrass, y cambia el estilo de dirección. El mito de Bourne es una película con secuencias muy caóticas, llenas de cambios de cámara lenta (súper lenta en ocasiones) a cámara rápida, hace especial hincapié en las persecuciones, que pierden el tono serio que les dio Liman para ganar en supuesta espectacularidad.

El estilo, con mucha cámara en mano frenética, resulta un poco cansino. Las escenas de lucha son algo confusas y torpes, y dan la sensación de que están siendo vistas por un tío muy borracho. Tanto es así que las coreografías de combate (que por momentos parecen infinitas) son muy difíciles de apreciar, a pesar de que se comenta que están muy logradas en cuanto a su estructuración.

Un problema a mayores es que esta tendencia de estirar las escenas de acción llega, en algunos momentos, a romper el clímax de acción de la historia. Pongo por ejemplo el combate entre los dos últimos supervivientes de los asesinos de Treadstone, esa pelea cuchillo contra revista en la que se zurran durante un par de minutos mientras la cámara da vueltas de forma retorcida, torpe y aburrida. Hay muy buenas ideas en esa escena, que conste, como las persianas venecianas, que generan una sensación muy violenta cuando los contendientes chocan contra ellas, pero la ejecución es, en mi opinión, bastante lamentable.

Lo de las persianas es, insisto, un detallazo.

Bourne, Jason Bourne

Casi parece que esta vez no importaba (o apenas importaba, dejo el matiz al gusto del espectador) el drama. Bourne (Matt Damon) sigue, en realidad, sabiendo muy poco de sí mismo; pero se dejó ese interés en Europa antes de irse a Goa; y aunque es cierto que a su vuelta a Europa sí retoma algo de esa natural curiosidad ya no parece ser un tema realmente importante. Que sí, que han matado a Marie y JB quiere sangre, sí, vale, lo entiendo; pero es que eso manda a Bourne al terreno de las típicas películas de acción. Y es que El mito, en esencia, es una más. No es mala. No, no lo es. Pero es demasiado normal, mantiene un cierto atrevimiento estilístico (sobre todo en cuanto a la música se refiere), pero ha perdido parte de ese valiente planteamiento y puesta en escena. Contando que Gilroy estuvo en los guiones desde la primera película, una vez más, me parece que el gran culpable es Greengrass.

Los personajes, en cualquier caso, siguen estando muy bien. La incorporación de Pamela Landy (Joan Allen), fría, eficiente y amenazadora es buena e interesante. Una villana respetable. No como Ward Abbott (Brian Cox), que se mantiene en su rol de hombre-malo-malísimo-prototípico. Como él repiten otros personajes secundarios Zorn (Gabriel Mann), Nicky (Julia Stiles) y la propia Marie (Franka Potente), aunque algunos participan más bien poco tiempo en pantalla. Una lástima, son grandes personajes secundarios.


Nota: 6. La película no es mala, pero desaprovecha muchas de las ventajas que ofrecía la primera parte para dar más y más acción y más y más persecuciones. A ver qué tal la tercera, que también la dirige Greengrass.


Otras entregas de Bourne:
El caso Bourne.

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