Camino a la perdición - Sam Mendes

No sé qué me llevó a no ver esta película en cuanto me hice con ella. No sé cómo no me convenció el que fuese de Sam Mendes, cómo obvié a esos titanes que son Paul Newman y Tom Hanks y al siempre solvente Jude Law, cómo ignoré al villano Daniel Craig y el hecho de que se tratase de una película de mafiosos; pero el caso es que pasé de ella... ¡y menudo error!

Camino a la perdición nos presenta a Michael Sullivan (Tom Hanks), abnegado padre y asesino al servicio de John Rooney (Paul Newman), al que es completamente fiel. Y nos enseña cómo se tuerce su vida y la de su hijo mayor, Michael Jr. (Tyler Hoechlin), cuando sus planes chocan con los de Connor Rooney (Daniel Craig).


Tragedia y cine negro

Esos son los dos colores más utilizados de la paleta del señor Mendes. Camino a la perdición es cine negro, una película de mafia sucia, calmada y oscura. Pero no por eso renuncia a su lado más cercano, a una relación padre-hijo contada en detalle, una relación tensa, dura y en general silenciosa.

Quizá, de algún modo, llegue a ser un problema que la película se dibuje tan rápido y tan claramente como una tragedia. No tiene medias tintas. Sabemos lo que hay y es demasiado fácil imaginar cómo discurrirá la historia. Lo cierto es que el final de la película, entero, localización, desarrollo y conclusión de la escena la imaginé tal cual mucho antes de que sucediese. No es algo que me estropee el visionado de una película, pero me consta que a otras personas sí. Desde ese punto de vista, insisto, la experiencia puede considerarse un poco fallida.

No obstante, hacer tan poco esfuerzo por disimular el recorrido que puede trazar la historia permite que Mendes y su equipo se centren en otros aspectos. Y es que el argumento de la película va guiando a los personajes con cuidado, porque a pesar de que hay alguna que otra sorpresa, no son las sorpresas las que importan. No hay grandísimos giros de guión constantes, aunque alguno sí, y no hay una increíble sucesión de momentos climáticos. La película tiene un ritmo lento, la magnitud de los clímax es bastante comedida y todo está diseñado de forma que el espectador siempre pueda disfrutar de los personajes, de las relaciones que los unen y de las que los separan. De cómo todo se ha torcido y de cómo en el ambiente mafioso uno nunca es nadie sin apoyo. Uno siempre está perdido y amenazado.


Una dura relación padre-hijo

Pero sin duda, lo que caracteriza a esta película sobre otras grandes del género, es el detalle y el cuidado con que se detalla la relación entre Michael Sullivan y su hijo. Una relación que muchas veces se expresa a través de largos silencios, de miradas sutiles y cansadas. Una relación dura y seria, aunque visiblemente cariñosa. No parece existir duda alguna de que los personajes se quieren, pero Mendes se encarga concienzudamente de que en ningún momento, apenas, pueda olvidar el espectador la situación tan extenuante en que se encuentran los personajes, el rencor y el miedo, el cansancio y la tristeza.

Y a todo esto contribuye, sin ninguna duda, la esmera actuación de Tom Hanks, que mantiene el tipo durante todo el metraje pero que se luce especialmente en la parte más austera, en esas miradas tristes, en esas sonrisas cansadas, que tantas veces se dedican los personajes.


No niego, por supuesto, su lucimiento en escenas como la de la última conversación que mantiene con John Rooney, en la de su primer asalto al banco o en todas en las que se muestra su trato algo asqueado hacia Connor; pero creo que es con su hijo con el que resulta más completo.


La voz del niño

En el doblaje castellano, no sé qué pasa con la voz del niño cuando nos pone en situación al principio y al final del filme, cuando habla como si fuera viejo pero con voz de niño. Es decir, con la voz de niño que tiene siempre pero forzadísima y resquebrajada como si fuese un anciano. En inglés pone la voz un poco más grave, pero no suena como un niño parodiando a un anciano que le cae mal. No sé cuánto valor hace falta para dejar esa voz así en la pista final, pero me parece sencillamente inaceptable. Menos mal que solo es en esos ratillos inicial y final.

En una película en la que se aprecia un esfuerzo tan evidente porque todo esté lo más cuidado posible, con una fotografía de constante excelencia, toda sombra e insinuación, con una música que evita el protagonismo casi en todo momento, salvo en momentos de transición sin diálogo (caminatas, secuencias cíclicas y con estructuras repetidas como la de los atracos) y una dirección que saca lo mejor de cada escena; lo de la voz es sencillamente impactante. En un primer momento, si os digo la verdad, creí que se trataba de un niño enfermo, muy enfermo, con alguna enfermedad pulmonar grave...


Nota: 8. Voz del niño aparte, Camino a la perdición es una lección sobre cine de gangsters y como este puede completarse con una elegante historia familiar sin romper el tono, y tiene algunos momentos realmente magníficos.

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