The neighbors (¡Vaya vecinos!) - ABC

La serie, que llegó a España como ¡Vaya vecinos! (si fuese una peli creo que sé hasta la voz que presentaría el tráiler con ese título...), tuvo un inicio bastante lamentable. Tanto, que estuve a punto de abandonarla durante el mismísimo piloto y encasquetarla en uno los ya conocidos Estrenos 201x que abandonamos, pero por alguna razón a Laura le apeteció seguir con la serie y yo decidí esperar para abandonarla dándole un par de capítulos más.


Y me alegro, porque de forma absolutamente sorprendente, The neighbors acabó pareciéndome la mejor comedia de estreno del otoño pasado. Lo cierto es que aún no me explico cómo pudo darse tal metamorfosis.

Las primeras impresiones...

Son importantísimas. Esto es así. Uno puede sentir rechazo a causa de una primera impresión pero que por alguna razón decida hacer un esfuerzo y esperar a tener una segunda impresión, pero ¿qué razones hay habitualmente para esto? Muy pocas. Salvo que haya algo que nos obligue o que facilite muchísimo que volvamos a coincidir con ese agente que nos produce rechazo.

Y eso fue lo que pasó. Laura quiso seguir con la serie y como iba a estar puesta de todos modos en el televisor, dado que yo prefería seguir tirado en el sofá y mi rechazo por la serie no era tal como para buscarme planes que implicasen dejar de vegetar, vi los siguientes episodios. Y ahí me convenció. ¿Cuántas series de las que abandonamos sin mirar atrás habrán despegado con el paso de los capítulos? Seguro que alguna lo ha hecho pero ¿sabéis qué? Que hubiesen cuidado un poquito la primera impresión, que tampoco les costaba tanto.

¿Qué falló en el piloto de The neighbors? Casi acabaría antes diciendo qué no falló, y es que el capítulo de presentación fue bastante desastroso. Podía notarse cierta decencia conceptual de fondo, creo, pero los personajes eran bastante sosos, los actores no tenían gran química entre ellos —me voy a permitir nombrar aparte a Simon Templeman (que hace de Larry Bird) y a la comestible Toks Olagundoye (Jackie), que esos hacen un dúo interpretativo muy gracioso desde el primer momento—, el punto absurdo se les iba de las manos y todo el humor estaba demasiado supeditado a la historia que tenían que presentar. Comprendo la limitación que pudo suponer presentar todo en 20 minutos, pero el resultado fue bastante lamentable, la verdad.


Luego, ya con toda la situación presentada, con los zabronios ya clarificados y los nuevos vecinos humanos también, la historia fue cobrando cierto empuje con el paso de los capítulos. Mantuvieron su precario equilibrio a veces mejor y a veces peor hasta el capítulo 7 u 8, a partir del cual ya cogieron la confianza, el punto, o lo que sea, y prosiguieron el viaje con más naturalidad.

Comedia de choque cultural

Y es que The neighbors no tiene una gran originalidad. Es la típica comedia de choque de puntos de vista que podemos (pudimos) ver en la primera temporada de Hart of Dixie, antes de que la serie se centrase solo en lo amoroso, o en la primera de Suburgatory, antes de que empezasen a fijarse solo en los amoríos. Uy, estoy viendo un patrón, miedo me da la segunda temporada de The neighbors. 



Muchos capítulos se centran, así, en mostrar cómo encajan los alienígenas el descubrir las costumbres de los estadounidenses (Acción de gracias, Navidad, Halloween y tal), otros en cómo entienden las relaciones, de qué se sienten orgullosos y demás. Está claro que es relativamente fácil hacer humor así, pero el caso es que a The neighbors le acaba saliendo bien. Los guionistas se notan interesados por su personajes y transmiten una especie de franqueza, como gritando «son así y los queremos», pese a que en realidad son bastante odiosos por momentos.

A ver si renuevan y consiguen mantener el tono y la serie no se hunde como le ha pasado a otras de las que seguimos en 2011 para acabar abandonando al año siguiente. ¡Suerte, zabronios!



Nota: 6,5. A The neighbors le costó demasiado despegar como para que su nota no se resintiese considerablemente, pero su segunda mitad es lo más hilarante de la temporada. Una lástima el peso que arrastraba de su convulso, y torpe, inicio.

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